La inteligencia emocional es un concepto que está muy de moda y de la que se le oye hablar muy frecuentemente. Sin embargo, si alguien te preguntara ¿qué es la inteligencia emocional? ¿Sabrías responder correctamente? En este artículo te voy a llegar echar una mano para que te conviertas en todo un experto de la inteligencia emocional basándome en el famoso libro “Inteligencia Emocional” del prestigioso y reconocido psicólogo y periodista Daniel Goleman.
Primera aproximación.
Actualmente, la inteligencia emocional es tan popular que incluso la UNESCO comenzó una campaña mundial en el año 2002 donde se remitió a los ministros de educación de 140 países una declaración con los 10 principios básicos imprescindibles que debían regir todos los programas de aprendizaje social y emocional.
No solo los gobiernos han percibido la importancia de la inteligencia emocional sino también las propias empresas. De hecho, la Harvard Business Review ha calificado la inteligencia emocional como un concepto revolucionario dentro del mundo empresarial. Incluso se ha llegado a afirmar que en los CEO son contratados por su capacidad intelectual y experiencia comercial, mientras que son despedidos por su falta de inteligencia emocional.
Los CEO son contratados por su capacidad intelectual y experiencia comercial, mientras que son despedidos por su falta de inteligencia emocional.
Daniel Goleman ha tratado de descifrar los factores que marcan la diferencia entre un trabajador estrella y otro normal o entre un psicópata asocial y un líder carismático. Ha definido que esa diferencia radica en la “inteligencia emocional” que engloba capacidades como el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.
Aunque algunas de estas habilidades pueden venir configuradas genéticamente mientras que otras se moldean durante los primeros años de vida. Los resultados de las investigaciones demuestran que las habilidades emocionales se pueden aprender y perfeccionar a lo largo de la vida siempre que se apliquen los métodos adecuados.
El cerebro está lleno de emociones.
Nuestro diseño biológico viene configurado desde hace más de 50.000 generaciones y ha contribuido a nuestra supervivencia como especie. Esto conlleva que frente a los complejos retos del mundo contemporáneo sigamos instintivamente respondiendo con recursos emocionales adaptados a las necesidades del Pleistoceno.

Todas las emociones conllevan un impulso hacia la acción. La propia raíz etimológica lo demuestra pues movere (del latín) significa moverse y el prefijo e denota un objetivo. Las emociones están dentro de todos nosotros y suele medir predispuestas biológicamente aunque nuestras experiencias vitales y el medio moldean esta programación genética para definir nuestras respuestas ante los estímulos que el mundo nos presenta.
Hace unos cuantos años, la ciencia desconocía los mecanismos de la emoción pero gracias a la aparición de nuevos medios tecnológicos como el escáner cerebral se ha podido ir desvelando el funcionamiento de nuestros cerebros de forma que hemos podido descifrar estos sentimientos aportando dosis de racionalidad a estos factores tan imprevisibles.
Con ello hemos descubierto que antes pecábamos de una excesiva “racionalidad” donde se ofrecía mucha mayor importancia a la inteligencia “bruta” (como el cociente intelectual -CI-) que a nuestros propios sentimientos. Ahora sabemos que nuestro cerebro toma continuamente muchas decisiones emocionales sin siquiera consultarlo con nuestra parte lógica.
Siendo más científicamente correctos, el modo en el que nuestro cerebro procesa la información es el siguiente, según muestran los estudios neurológicos.
- Las señales sensoriales procedentes sentidos -como los ojos o los oídos- se recogen en el tálamo que es el encargado de distribuir los mensajes a las otras regiones de procesamiento cerebral.
- Aquí las señales son dirigidas al neocórtex donde la información es ponderada mediante diferentes niveles de circuitos cerebrales para emitir una respuesta adaptada a la situación.
- Una vez registrada y analizada la situación, el neocórtex acude a los lóbulos prefrontales para comprender y analizar los estímulos en aras a ofrecer una respuesta analítica y proporcionada enviando luego las señales al sistema límbico para que produzca e irradie las respuestas hormonales al resto del cuerpo.
Aunque esta es la forma en la que nuestro cerebro funciona la mayor parte del tiempo, un estudio sobre la emoción -liderado Joseph LeDoux- ha descubierto que junto a esta larga vía neuronal mencionada anteriormente también existe una pequeña estructura neuronal que comunica directamente el tálamo con la amígdala (pequeña estructura donde se depositan nuestros recuerdos emocionales). Esta vía que es más corta permite a la amígdala recibir señales directamente de los sentidos y reaccionar emitiendo una secreción hormonal que determina nuestro comportamiento antes de que estas señales hayan sido procesadas por el neocórtex.
Todo esto viene a decir que ante determinados estímulos, sobre todo, aquellos que nos ponen en alerta, la amígdala actúa de forma rápida basándose en nuestros recuerdos emocionales para ofrecer una respuesta casi instantánea de lucha o huida y garantizar nuestra supervivencia. Esta función era muy útil en el pasado cuando nos veíamos expuestos a peligros extremos, sin embargo, ahora puede dar lugar a reacciones desproporcionadas (en ciertos casos).

En este sentido, se puede afirmar que tenemos dos mentes: una que piensa y otra que siente ambas funcionan de forma independiente pero se encuentran interrelacionadas de manera que no podría vivir una sin la otra.
Es aquí, en la relación que existe entre el funcionamiento de la amígdala y su interrelación con el neocórtex donde entra en juego la inteligencia emocional concebida como las habilidades para tomar el control de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos más profundos y manejar amablemente nuestras relaciones dominando esa capacidad de reacción instantánea.
Enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto.
Inteligencia emocional según Aristóteles.

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La inteligencia que supera el intelecto.
Diversos estudios a largo plazo han demostrado que el cociente intelectual sólo representa apenas un 20% de los factores determinantes del éxito mientras que el 80% restante depende de otro tipo de variables como la clase social, la suerte y, en gran medida la inteligencia emocional.

Atendiendo a estos estudios sobre la Inteligencia Emocional, se puede afirmar que la capacidad:
- de motivarse a sí mismo,
- de perseverar en un empeño a pesar de las frustraciones,
- de controlar los impulsos,
- diferir las gratificaciones,
- de regular nuestros estado de ánimo,
- de controlar la angustia,
- de empatizar y confiar en los demás,
Parecen ser factores mucho más determinantes a la hora de obtener una vida plena que un elevado Coeficiente Intelectual.
Howard Gardner diferencia dos tipos de inteligencia personal: la interpersonal que permite comprender a los demás y la intrapersonal que permite configurar una imagen fiel y verdadera de uno mismo.
Peter Salovey ha organizado las inteligencias personales en cinco competencias principales:
- El conocimiento de las propias emociones.
- La capacidad de controlar las emociones.
- La capacidad de motivarse a uno mismo.
- El reconocimiento a las emociones ajenas.
- El control de las relaciones.
Además, las habilidades emocionales también repercuten en el funcionamiento de otras habilidades intelectuales como la toma de decisiones racionales. Gardner afirma que:
“en la vida cotidiana no existe nada más importante que la inteligencia intrapersonal, ya que a falta de ella, no acertaremos en la elección de la pareja con quien vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto de trabajo, etcétera.”
El autocontrol, el dominio de uno mismo.
Parece ser que ya desde el inicio de las primeras sociedades en el control de los impulsos y el gobierno de las emociones eran cuestiones vitales para una buena vida en comunidad. Así, los griegos llamaban sofroyne al cuidado y la inteligencia en el gobierno de la propia vida, mientras que los romanos y la iglesia cristiana denominaba temperancia -templanza- a la capacidad de contener el exceso emocional.
Se sabe que una parte de nosotros es esclavo de su propia naturaleza y que nuestro cerebro va a responder a ciertos estímulos de manera incontrolada, lo que sí podemos hacer nosotros es ejercer influencia sobre la intensidad y la prolongación de esos mismos estados emocionales.
Grandes psicólogos como D. W. Winnicott defienden que dominar nuestros impulsos emocionales es el recurso psicológico más importante. La capacidad para hacerlo se puede aprender y desarrollar. Así, veamos cómo funciona con el enfado y la tristeza.
El enfado es una emoción negativa que se alimenta a sí misma en un círculo cerrado de manera que el diálogo interno del sujeto justifica la descarga de cólera en contra el otro. El psicólogo Dolf Zillmann de la Universidad de Alabama entiende que el enfado surge por la sensación de sentirse amenazado ya sea física o emocionalmente. Los estudios demuestran que airear el enojo no sirve para reducirlo sino puede que incluso aumente.
Siempre hay razones para estar enfadados, pero éstas rara vez son buenas.
Benjamin Franklin
Los estudios de Zillman sostienen que una de las mejores formas para terminar con el enfado consiste en reencuadrar la situación dentro de un marco más positivo. Es fundamental tomar conciencia de los pensamientos que desencadenaron la descarga de enojo puesto que una pequeña información adicional sobre su situación original puede restarle toda su fuerza al enfado. Otra manera es alejarse de los estímulos que pueden recordar las causas del enfado y cambiar el foco de atención hacia algo nuevo, diferente y entretenido (como ver una película, leer un libro o realizar ejercicio físico).
Para tratar con la tristeza lo peor que puede hacerse es aislarse puesto que esto aumenta la sensación de soledad, según defiende Diane Tice. La tristeza en sí no es un estado negativo puesto que también tiene funciones para la recomposición emocional. El problema es cuando adquiere naturaleza crónica puesto que entonces se puede producir una erosión de la salud mental y física. Una de las mejores formas para combatir la depresión es modificar las pautas de pensamiento del sujeto. Esto consiste en conducir al paciente a identificar, cuestionar y relativizar los pensamientos acerca del núcleo de la obsesión y a establecer un programa de actividades agradables que generen algún tipo distracción, como el aerobic.
El entusiasmo, la aptitud maestra para la vida.
La habilidad del individuo para manejar sus emociones determina en gran medida sus probabilidades de éxito. Habilidades emocionales como el entusiasmo o el optimismo son unos estímulos ideales para alcanzar grandes cosas en la vida.
Cuando se comparan a dos personas con unas capacidades innatas equivalentes que, sin embargo, se encuentran en posiciones de logro diferentes (una está en la cúspide de su carrera, mientras que la otra es una persona mediocre) se observa que la persona de éxito ha perseverado en la práctica ardua y rutinaria de su trabajo con entusiasmo y tenacidad.
De igual modo, la ansiedad es un indicador bastante certero del fracaso en el desarrollo de una tarea compleja, intelectualmente exigente y tensa. Cuanto más proclive a angustiarse es una persona, menor es su rendimiento académico. La ansiedad y la preocupación requieren de cierta habilidad emocional para ser dominadas, en caso contrario es probable que conduzcan a la derrota (física o emocional).
Algo sorprendente que ha resultado ser un buen predictor del éxito de varios estudiantes universitarios es la expectativa que los mismos tienen acerca de sus propios resultados. De forma que el hecho de que los estudiantes tengan la esperanza de que puede conseguir un buen resultado es un indicador del éxito. Sin embargo, según Snyder, la esperanza debe basarse en la creencia de que uno tiene la voluntad y dispone la forma de llevar a cabo sus objetivos, cualesquiera que estos sean.
La esperanza debe basarse en la creencia de que uno tiene la voluntad y dispone la forma de llevar a cabo sus objetivos, cualesquiera que estos sean.
Lo mismo sucede al optimismo. El optimismo no se basa en una idea o fantasía irreal e ingenua de algo que vaya a suceder sino que está más relacionada en la forma en la que una persona se explica a si misma sus éxitos y fracasos. Mientras que el optimista identifica las causas de su fracaso como algo de lo que se puede aprender; el pesimista se auto inculpa, atribuyéndose una característica personal negativa como una cualidad imposible de modificar. Martín Seligman de la Universidad de Pennsylvania defiende que los optimistas consiguen mejores resultados que sus opuestos.

En resumidas cuentas, dirigir las emociones hacia un fin más productivo es una aptitud magnífica. Ya sea controlando los impulsos, demorando la gratificación, regulando los estados de ánimo, motivándose uno mismo y/o asumiendo una actitud optimista frente al futuro.
Ponerse en la piel de los demás.
La capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona se denomina empatía que proviene del griego empatheia y significa “sentir dentro”. El psicólogo norteamericano E. B. Titehener identificó este término como la imitación física que realiza una persona frente al sufrimiento ajeno con el propósito de evocar sensaciones idénticas o similares en sí misma. Esta capacidad aparece en las personas desde edades muy tempranas.
Comprender el origen de las emociones es una habilidad muy valiosa en las ventas, en la dirección de empresas, en la política, en las relaciones amorosas y en la educación de los hijos. La carencia de empatía viene relacionada con la comisión de delitos perpetrados sobre todo por psicópatas, violadores y pederastas. Estos sujetos son incapaces de percibir el sufrimiento de los demás.
La empatía se aprende desde muy pequeños, sin embargo, entender las emociones de los demás es un proceso que dura toda la vida.
La mayor parte de las emociones, el 90%, provienen de una comunicación no verbal que se manifiesta en factores como la inflexión de la voz, la expresión facial, los gestos, etcétera. Por tanto, la clave para acceder a las emociones de los demás se basa en la capacidad de captar los mensajes no verbales.
Se ha demostrado que los niños que tienen más desarrolladas esta capacidad también obtienen un mayor rendimiento académico independientemente de su cociente intelectual. Esto puede significar que la empatía favorece el rendimiento escolar o que en los niños más empáticos son más atractivos a los ojos de los profesores.
Inteligencia emocional para el trabajo.
En la empresa es especialmente importante la inteligencia emocional puesto que cualquier persona que carezca de control sobre sus emociones negativas puede ser sujeto de un arrebato emocional que le impide concentrarse, recordar, aprender y tomar decisiones. El precio por tener trabajadores en una empresa con baja inteligencia emocional puede ser la quiebra.
El estrés estupidiza a la gente.
En un entorno laboral decreciente presentación es necesaria una buena coordinación de los esfuerzos individuales para aumentar la productividad. Se requiere inteligencia emocional para establecer buenas relaciones con todas las personas. Además, es necesario un tipo de liderazgo capaz de persuadir y encauzar la colaboración de todos hacia los propósitos comunes de forma amena y entretenida, atrás quedaron los jefes competitivos y manipuladores.

Robert Kelley y Janet Caplan demostraron en un estudio publicado en Hardvard Business Review que una diferencia destacable entre trabajadores estrella y otros normales es el tipo de relaciones que establecían con una red de personas clave. Los trabajadores estrella sabían a quién acudir mientras que el resto carecía del respaldo oportuno.
La manera en la que se habla de los problemas también afecta a la eficacia, la satisfacción y la productividad de una empresa. El feedback es esencial a la hora de potencial efectividad de los trabajadores. Debe evitarse siempre en los ataques dirigidos en la persona, ya que una buena crítica debe centrarse en las acciones de la persona y lo que puede hacer en el futuro. Un buen feedback debe ser concreto, ofrece soluciones y ser sensible al impacto de las palabras en el interlocutor.
La diversidad es otro punto característico y que constituye una ventaja competitiva en los mercados heterogéneos dado que potencia la creatividad. Al tratar con la diversidad se debe favorecer la tolerancia y rechazar los prejuicios. Las investigaciones sobre los prejuicios demuestran que para terminar con ellos se debe de partir del rechazo explícito a toda forma de discriminación o acoso por pequeña que sea. Además, se deben llamar a los perjuicios por su nombre y oponerse francamente a ellos estableciendo una atmósfera social que los desaliente. Hacer como si no ocurriera nada equivale a consentirlos.

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Practica la Inteligencia Emocional.
Si quieres ser una persona con una inteligencia emocional elevada debes cumplir con esta serie de cualidades:
- Conciencia de uno mismo. Esto se basa en la capacidad de reconocer los propios sentimientos, emociones o estados de ánimo. Una vez que reconocemos las emociones podemos controlarlas modificando los estados de ánimo desfavorables.
- Equilibrio anímico. Se basa en la capacidad de control del mal humor para evitar los efectos perjudiciales, entendiendo estos como conductas indeseables. Algunos recursos para controlar estos estados de ánimo poco favorables pueden ser:
- Reconsideración. Trata de interpretar la situación de la manera más positiva.
- Aislamiento. Aléjate de la situación y permanece a solas unos momentos con el fin de obtener serenidad.
- Distracción. Haz otra cosa, por ejemplo, salir a dar un paseo a pie.
- Técnicas de relajación. Haz varias respiraciones profundas o medita.
Una vez que hemos aplicado estas herramientas seremos capaces de resolver esta emoción intensa poco favorable.
- Motivación o automotivación. Esta es una capacidad muy valiosa que consiste en la habilidad para auto-inducirse emociones y estados de ánimo positivos como son la confianza, entusiasmo y el activismo. Aunque la predisposición al optimismo o al pesimismo puede ser innata, la práctica puede revertir esta situación cuando la persona sea capaz de detectar el pensamiento derrotista y reconsiderar el problema desde un ángulo más potenciador.
- Control de los impulsos. Esta cualidad se basa en la capacidad de aplazar la satisfacción de un deseo en busca de un objetivo.
- Sociabilidad. Cuanto más hábiles seamos interpretando las señales emocionales de los demás mejor controlaremos las que nosotros mismos transmitimos. De nuevo, saber relacionarse con los demás y tener buenos amigos incrementa notablemente las probabilidades de éxito vital.
Conclusión.
Hace mucho tiempo que sea ha venido ensalzando la significancia o relevancia de los coeficientes de inteligencia humana a la hora de satisfacer un trabajo o de lograr una vida plena. Sin embargo, desde hace solo unos pocos años se ha demostrado que somos seres emocionales y que cuando se produce un arrebato o estado emocional acentuado la inteligencia se ve desbordada y la racionalidad carece de sentido.
Las investigaciones demuestran que todas las personas venimos al mundo con un temperamento determinado y que los primeros años de vida son determinantes para establecer nuestra configuración cerebral y repertorio emocional. A pesar de ello, nuestra naturaleza emocional es moldeable y nuestro diccionario emocional se mantiene abierto para aprender nuevos términos durante toda la vida.
Dado que tenemos la capacidad de mejorar nuestra inteligencia emocional es necesario que la pongamos en práctica para sobrellevar mejor todas las situaciones que nos puedan generar emociones y estados poco estresantes o potenciadores de modo que podamos disfrutar de todos los aspectos de la vida, ya sea en un contexto laboral, educativo o en nuestras propias relaciones interpersonales.
Además, os comparto un vídeo donde se recoge muy bien todo lo que ya hemos comentado acerca de la inteligencia emocional.

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Bibliografía.
- “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman. Editorial Kairos; Edición 1 (14 de noviembre de 1996).
Me gustaría que me comentaras qué te ha parecido el artículo para que sepa qué opinas de la información que proveo, ¿te ha sido útil?, ¿interesante?, ¿corto?, ¿largo?, ¿flipante?, ¿aburrido?…
Gracias por tu atención,
¡¡Un saludo!!
Tony Ciudad
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